Antonio
Díaz Rodríguez, OCD
de
la Virgen de los Remedios
Conocí
al Hermano Antonio el día 1 de mayo de 1971. Fue una jornada singular.
Yo
era novicio carmelita descalzo en Úbeda. Ese día, tres religiosos hacán su
profesión, o sea, se consagraban a Dios, por el camino de la pobreza, castidad
y obediencia. Sus nombres: Fray Antonio de la Virgen de los Remedios, Fr. Pedro
de la Cruz, y Fr. Manuel de la Virgen del Carmen.
En
principio, nada a destacar. Sin embargo, había algo para guardar en la memoria:
Antonio hacía su profesión solemne, en Úbeda, donde murió San Juan de la Cruz. Él
era conventual de Málaga; Pedro, al que le interrumpieron el noviciado años
antes, por incorporarse a filas, en el servicio militar, y profesaba al cabo de
casi 18 meses en total; y, Manuel, conventual de Úbeda, lo aprobaron los
superiores para su profesión, como hermano, no corista, y miembro de la
comunidad ubetense.
El
primero tenía el cabello blanco, bien blanco; el segundo, rubio, bien rubio; y,
el tercero, negro, azabache. Tres
profesos y tres colores en sus cabelleras, cortitas, pero auténticos y reales.
A
sus 79 años Fr. Antonio Díaz Rodríguez, de la Virgen de los Remedios, ha
cerrado sus ojos para el mundo y los ha abierto para Dios. Sucedió el día de
Todos los Santos del Carmelo (14-XI-2015). Y su entierro se ha realizado dos
días después, cuando la Orden celebra, en este año, la Conmemoración de todos
los Difuntos Carmelitas; y por tanto, al Hº Antonio, el primero.
La
iglesia y parroquia de Stella Maris, de Málaga, estaba repleta de gente, de
amigos, familiares, sacerdotes y religiosos.
Entre
estos últimos, destacamos a los de la misma Orden: PP Francisco Berbell (Plaza
de España-Madrid), Juan Jesús (Arturo Soria-Madrid), Eugenio Mas, José Manuel
Fernández, Maximiliano Panera, Atanasio Márquez, José Luis Zurita, Juan Hidalgo
(todos de Málaga), Ramón Terrones, Francisco Gutiérrez, Antonio L. Leal (todos
de Sevilla), Pedro Urdiales (Badajoz), José Manosalvas (Córdoba), Antonio Jiménez
F. (Las Ermitas), Antonio J. de Torres y Francisco V. López (ambos de Úbeda). Junto
con los Carmelitas había un buen ramillete de sacerdotes y religiosos como
religiosas, de otras familias, el Carmelo Seglar y el mundo carmelitano. Y, por
supuesto, su familia, hombres de Cártama y la feligresía parroquial.
En
la misa funeral destacaron los cuatro padres carmelitas que intervinieron la
realidad de la vida del Hº Antonio, recalcando: su amor a la Virgen María, bajo
la doble advocación del Carmen y de los Remedios (Patrona de su pueblo,
Cártama); la entrega y manifestación mariana por medio de la difusión, amor, y desvelos
por las subscripciones de la revista
Miriam; el mucho amor a la comunidad de carmelitas y parroquia Stella Maris
malagueñas, por su desvivirse y servicio, recorriendo la ciudad, con la lotería de navidad, para terminar las
obras de la fundación de los Padres en Málaga y allegar algo desde sus
posibilidades. Su servicialidad y generosidad con todos, a pesar de ser parco
en palabras, a lo largo de la vida. Y su carácter amable, atendiendo a toda la
gente. Todo Málaga lo conocía, por su porte, estilo y pelo blanco.
Un
detalle muy bonito de última hora: su féretro estaba cubierto por un manto azul,
bordado en oro de la Virgen de los
Remedios; y los sobrinos depositaban el ramo de flores que adornaba el ataúd de
su tío, tras el funeral, a los pies de la Virgen del Carmen; mientras todos
cantaban la Salve Regina, encomendando al difunto hermano a la Virgen de la
capa blanca.
Gracias
por tu vida sencilla, hermano Antonio.
Ahora,
seguro que el cantor del Señor y de la Virgen canta mejor en el cielo, inserto en
el coro celeste.
Espéranos,
hermano Antonio.
Francisco Víctor López Fernández
16 de Noviembre, 2015